La primera cita, un asesinato brutal (Parte II)

La continuación de un misterio que termina convirtiéndose en un reto para la DNIC
SERIE 2/2
RESUMEN DE LA PRIMERA PARTE. ¿Qué misterio había en torno a la desaparición de Yakelin? ¿Era un hombre la persona con la que iba a encontrarse?

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¿Desde cuándo se conocían? ¿Qué tipo de relación tenía con él? ¿Cómo se comunicaban? ¿Era esta la primera cita? ¿Qué pasó entre ellos?
¿Cómo dominó el asesino a Yakelin? ¿Por qué la estranguló? ¿Por qué uso este tipo de muerte? ¿Qué tipo de asesinos usan el estrangulamiento para quitar la vida a sus víctimas? ¿Responde este tipo de asesinato a un patrón definido dentro de la escala psicológica del crimen?
¿Por qué la mató? ¿No le bastó con violarla y quitarle la virginidad? ¿Quién es el asesino? ¿Lo conocería la víctima? ¿Qué tan acertada estaba la hipótesis del detective?

ANáLISIS. La víctima iba a verse con alguien, ese alguien era conocido de ella, tenían algún tipo de relación que ella le ocultaba a todo el mundo, y tan bien lo ocultaba que no tiene ningún número sospechoso en sus contactos, no tiene llamadas extrañas o demasiado repetidas al mismo número, no tiene conversaciones insinuantes o comprometedoras en Facebook... Pero tenía alguna forma de comunicarse con él..., si es que era un hombre al que iba a ver.
No encontramos alguna persona especial en su Facebook, ni llamadas que puedan insinuar una relación especial con alguien... Podría ser que se conocieron y se comunicaban solamente por e-mail, por eso necesitamos conocer la clave... Se nos hace sospechoso que ella no mencionara a esa persona en el Facebook o que no lo comentara con ninguna de sus amigas o compañeras... Las muchachas, por lo general hacen eso... No tenemos ninguna pista y nuestra esperanza es el correo y la computadora...
LA DNIC.
Sin embargo, acceder a la computadora de Yakelin iba a ser difícil. Cuando la mujer, delante de los detectives, le preguntó a su esposo si estaba de acuerdo en que la cedieran a los detectives para que continuaran con la investigación, este no se opuso, como pensaron al inicio los policías.
–Llévensela, si les sirve de algo.
De nada les iba a servir. La computadora, una laptop marca Dell, estaba destruida. La habían saboteado.
–Aguas –dijo un detective–; lo hicieron a propósito.
–¿Podremos sacar algo del disco duro?
–Esperemos que la vea el experto.
El experto sonrió maliciosamente cuando tuvo la computadora ante sus ojos. Habían cambiado el disco duro. Los detectives se miraron entre sí.
–Creo que tenemos un sospecho –dijo uno de ellos.
–¿El padrastro?
–¿Quién más tiene acceso directo a las cosas de la muchacha?
–Podría ser.
–Sí; podría ser.

LLAMADA.
Eran casi las cinco de la tarde cuando cayó una llamada a la Dirección Nacional de Investigación Criminal, DNIC. Quien llamaba era una muchacha, casi una niña, a juzgar por la voz.
Dijo que ella tenía información que podría servirles a los detectives que estaban investigando el caso de Yakelin. Dijo, además, que Yakelin era su compañera y que estaba haciendo esa llamada a escondidas de sus padres y de sus compañeros del colegio.
–Soy el detective con el que habló hace poco –le dijo el policía a la muchacha cuando, treinta y cinco minutos después, se encontraba con ella donde ella les había indicado.
–No quiero acusar a nadie –dijo la muchacha, una niña de escasos diecisiete años, más bien baja, de anteojos gruesos, aunque elegantes, rostro delgado, pelo liso, cortado sobre los hombros y baja estatura–, pero Yaki no era lo que todos creen…
–¿Cómo así?
–Bueno, no es que fuera mala pero sí era rara.
–Explíquese, por favor.
–Bueno, es que ella decía cosas, cosas raras…
–¿Cómo cuáles cosas?
–Yo creo que ella estaba enamorada del padrastro...
Los detectives casi se caen de la moto.
–¿Por qué dice eso?
–Ella me contaba que cuando era chiquita, dormía en el mismo cuarto de la mamá y que no se dormía hasta que ella y él... tenían sus cosas...
¿Sí me entienden?
–Sí.
–Decía que a ella le daban ganas... Eso me contaba... Era precoz, como ella misma decía…, pero yo era su mejor amiga.
–Y, ¿usted cree que se entendía con el padrastro o que el padrastro le hacía insinuaciones?
–Bueno, no sé... Pero eso es lo que ella me decía. Me lo contó varias veces.
–¿Usted se llevaba bien con ella?
–Sí. Ya le dije que yo era su mejor amiga.
Cuando el fiscal supo esta confesión, empezó las diligencias para descubrir al sospechoso.

AMIGAS.
Investigar un caso criminal implica una gran responsabilidad. Deben evacuarse tantos datos de manera que el sospechoso parezca culpable pero dejándole una salida, la posibilidad de que sea inocente. En cuanto a las entrevistas, la objetividad del investigador debe ser a toda prueba.

Hay casos en los que los testigos acusan por simple maldad, otras veces, para encubrir la verdad. De ahí que la investigación criminal y sus resultados deben ser tan exactos como las matemáticas. Se trata de la vida de seres humanos, de la integridad de familias enteras.
Se trata de la justicia, base de la existencia de los Estados. Por lo tanto, los detectives tenían que corroborar algunos puntos en la declaración de la compañera de Yakelin.
–Los padres no estarán de acuerdo –les dijo el director del colegio a los detectives cuando solicitaron permiso para entrevistar a algunos alumnos compañeros de Yakelin.
–Podemos conseguir una orden judicial, señor.
–No digo que no puedan conseguirla pero debo consultar con los padres.
–¿Y si antes les pregunta a ellos, a los alumnos? Aquí tenemos algunos nombres. Si están de acuerdo en colaborar, nos serviría de mucho, antes de que el juez firme una orden.
El director dudó un instante, llamó a la consejera y esta estuvo de acuerdo en consultarles a los alumnos de la lista. Tres estuvieron de acuerdo en colaborar, pero las entrevistas se alargaron sin que nada positivo apareciera en las respuestas. Al final, casi al mediodía, una muchacha dijo que lo había pensado mejor y que sabía que sus padres no estarían de acuerdo en que hablara con los detectives, por eso deseaba hacerlo en ese momento.
–¿Qué sabe usted del caso?
–No mucho, pero de algo servirá lo que les voy a decir.
Los detectives esperaron a que la muchacha se decidiera.
–¿Usted era amiga de Yakelin?
–Era mi mejor amiga.
–Entonces ella tenía varias mejores amigas.
La muchacha se sorprendió.
–¿Por qué dice eso?
–Hablamos con otra muchacha, otra compañera que dice que era la mejor amiga de Yakelin.
–¡Ah! No sabía eso.
–¿Por qué se sorprende? Usted debe conocerla.
Los detectives le dieron un nombre, la describieron y le enseñaron una fotografía. Ella sonrió.
–Esa no era amiga de Yakelin... Nunca hubiera sido amiga de nosotras.
–¿Por qué está tan segura?
–Es intrigosa... es “naca”.
–Pero ella nos dijo cosas.
–No sé de dónde las pudo haber sacado. Yaki ni se fijaba en ella. No es que la detestáramos pero Yaki y yo éramos bien selectivas.
–¡Ah!
–Ella dijo que Yakelin le comentó que desde niña tenía algunos sentimientos por el padrastro.
–¿Qué sentimientos?
–Sexuales.
–¡Mentira! Yaki quería a su papá... Y él era bueno con ella...
–¡Ah, sí! Y, podría decirme usted quién fue el que destruyó la computadora de Yaki.
–¿La destruyeron? No sé pero eso fue en la casa de seguro...
Los detectives dejaron pasar un momento.
–Bueno, usted tenía algo qué decirnos. ¿Qué es?
–Por favor, que mi pa no se de cuenta...
–No es problema.
–Yo tengo novio.
–Bien.
–Mi novio andaba en moto el día en que Yaki desapareció.
Dice que pasó cerca de la casa de ella, que bajó una calle y que vio a Yaki de lejos; aceleró la moto y quiso acercarse para saludarla pero Yaki se subió a un carro rojo y se fue. Iba hablando por teléfono antes de subirse al carro.
–¿Era rojo?
–Sí.
–¿De qué tipo?
–Bajo, como los taxis.
–¿Vio las placas?
–No se fijó. Dio la vuelta y se fue. No quiere que sus papás sepan que les dije esto...
–¿Cuántos años tiene su novio?
La muchacha dudó.
–Veinte...
–¿Qué hace él?
–Es pandillero… de la MS.
–¡Ah! Y, ¿él vio a Yaki subirse al carro rojo?
–Sí.
–¿Podemos hablar con él?
–No. Él no quiere tener nada que ver con la Policía. Usted entiende.
–Pero nos serviría de ayuda.
La muchacha terminó la entrevista.

LOS DETECTIVES.
El misterio se enredaba cada vez más. ¿Por qué la primera muchacha dijo que su amiga le contaba cosas? ¿Por qué dijo que era la mejor amiga de Yaki?¿ ¿Por qué la segunda testigo la desmentía? ¿Quién estaba diciendo la verdad?
¿Qué hacer para corroborar las historias? El fiscal tenía la respuesta.
–No debemos hostigarlas –dijo un detective–, tienen información que podría servirnos.
–Entonces, hagamos una cosa.
–¿Qué?

–Vigilemos a las dos muchachas. Averigüemos algo más acerca de ellas... Empecemos con los números de los celulares.
–¿Y el padrastro?
–Dejémoslo en paz por un tiempo... No se irá a ningún lado y menos si se cree seguro... Esperemos.
–¿Entonces?
–No sé. Tenemos dos testimonios. Dos mejores amigas de la víctima de las cuales solo una podría serlo en verdad, lo que significa que una nos está mintiendo, pero ¿por qué? ¿Qué interés tiene en decirnos mentiras? ¿Estará cubriendo a alguien?
–¿De quién sospechás?
–De la primera. Analicemos su historia. No acusa a nadie pero nos lleva por el camino del padrastro. Además, el daño a la computadora lo acerca más al crimen. ¿Por qué nos dice cosas tan íntimas? ¿Por qué con respecto al padrastro? En cuanto a la segunda me parece más real, aunque su novio es pandillero y podría ser que algún pandillero estaba obsesionado con la muchacha, ella le consiguió la cita, el pandillero la secuestró, la violó, la mató para evitar que lo reconocieran y ahora ella viene para desviar nuestra atención de alguien que ella conoce bien, o sea, un pandillero que podría ser el mismo novio. ¿Qué opinás?
El fiscal bostezó, derecho que le corresponde en su calidad de director de la investigación criminal, según la ley.
–Ustedes son muy fantasiosos –dijo, poniéndose de pie–. Voy a pedir la orden de captura para el padrastro y cerraremos el caso...
–¿Qué quiere decir?
–Que si no me convencen con su novela cerraré el caso en una semana... ¿Paniemaio?, como dicen los rusos. (¿Entendido?)
¡Qué cosa más grande nacer en Honduras, como lo desearan todas las criaturas!
El detective tomó el último trago de café, se limpió con la servilleta sucia y arrugada, y comentó:
–Mire, Carmilla, si el fiscal óscar Chinchilla no limpia ese Ministerio Público, la justicia irá de mal en peor en Honduras. Solo atacan a la Policía...
Ese Ministerio Público está tan podrido que da miedo..., empezando por fiscales que no le tienen amor al trabajo... Yo creo que el abogado Chinchilla tiene un gran deber...

SEGUIMIENTO.
Eran las tres de la tarde cuando los alumnos salieron de clases. Los busitos se iban llenos de alumnos. Carros de todo tipo iban a recoger a muchos estudiantes.
La mujer que vendía adornitos en la acera, fuera del estacionamiento, se había puesto de pie. Estaba roja por el sol pero ahora era cuando empezaba su verdadero trabajo. Seguir a aquella alumna que se comunicó con los detectives por teléfono.
La vio venir, acercarse a un busito, conversar con una compañera, alejarse y esperar. Cuando los últimos carros se habían perdido en la calle, un carro rojo salió del fondo del estacionamiento ya casi vacío, se detuvo a un lado de la muchacha y alguien le abrió la puerta. Ella se subió. Desde un busito con vidrios oscuros, dos detectives filmaban la escena.
–¿De quién es ese carro?
–Ahorita lo vamos a saber.
–¿No te parece extraño todo esto?
–Sí.
–¿Quién vio el carro rojo donde se subió Yakelin?
–El pandillero novio de la segunda testigo.
–¿Querría involucrar al dueño?
–Es posible.
–Sabemos que detesta a la primera testigo.
–¿Y si quiere salvar al novio inventándonos una historia?
–La del carro rojo es muy buena.
–Ella sabe que el dueño de un carro rojo lleva a la muchacha que dijo ser la mejor amiga de Yakelin, aunque sabe quién es el dueño, oculta el nombre para darle más misterio al asunto. ¿Y si nos está mintiendo? ¿Si es esta chiquininga la que nos está diciendo la verdad?
–Tenemos que comprobarlo.

DATOS. En la noche, los detectives estaban tratando de armar el rompecabezas con los datos que tenían. A esto se había sumado uno más: un carro ocre, de cuatro puertas, como taxi, que tenía un dueño al que ya conocían los detectives: el padrastro de Yakelin. Cuando le preguntaron, en una visita de rutina, por el carro, este dijo que lo acababa de sacar del taller donde estuvo por tres meses para que le arreglaran algunas cosas realmente sencillas pero como no disponía de mucho dinero. Los detectives designaron a un equipo para que visitara el taller.

LA MUCHACHA.
Necesitamos hablar con él.
–Él tiene miedo de ustedes.
–No le vamos a hacer nada. Se lo aseguramos.
–Mejor déjenme las fotos a mí y que él marque la que reconoce.
–¿Cuándo me las entrega?
–Espérenme en el Metromall en media hora. Yo se las llevo. Voy a ir en la moto con él pero no le hagan nada.
–Se lo prometemos.

LAS FOTOS.
No fue larga la espera. Una de las fotografías estaba marcada con una equis negra; la otra estaba intacta.
–Hay que hablar con el fiscal. Hay que avisarle a Inspecciones Oculares.
Cuando le informaron al director de la DNIC los resultados de las investigaciones y las diligencias que estaban planificando, este les dijo:
–¿Ustedes saben de quién es ese negocio? Es de un general y de dos coroneles. No van a querer que les manchen la imagen. Sigan al sospechoso, deténganlo en plena calle, para eso tienen la orden y hagan lo que tengan que hacer. ¿Entendido?
De poco acá a los detectives de la DNIC les enseñaron a responder: “Entendido, señor”, lo que es casi lo mismo que decían los genios de “Las mil y una noches” a sus amos: “Escucho y obedezco”. Magia virtuosa de la disciplina militar a la que le han crecido unos colmillos...

ORDEN. La muchacha tembló cuando escuchó decir en la puerta de su casa: “Ábranle a la Policía”, luego de que tres golpes, dados con exagerada fuerza, hicieron retumbar la sala.
–Necesitamos hablar con su hija, señor.
–¿Con qué permiso?
–Con el del juez; véalo usted mismo.
El hombre se rindió.
–¿Por qué estás encubriendo a ese hombre?
La muchacha no contestó. Estaba pálida como el papel.
–Si nos ayudás te ayudamos. Aquí está el fiscal de la Niñez para proteger tus derechos como menor de edad que sos. Decínos. ¿Por qué tenés tantas llamadas de tu celular al de este hombre?
Le enseñaron una fotografía.
–Tenemos a alguien que reconoció el carro. Incluso la gente del taller donde lo tuvo y la gente del lavacarros donde lo llevó a limpiar la tarde del viernes, cuando desapareció Yakelin. No te conviene mentirnos.
–Yo no sé nada. Váyanse de aquí.
–¿Sabés que es esto?
El detective le enseñó a la muchacha una hoja mecanografiada, firmada con varios ganchos al final, y con la hoja, una fotografía reciente de medio cuerpo, prensada con una grapa de una esquina.
–Es la partera...
La muchacha dio un grito.
–Tenemos su declaración.
La muchacha se rindió.
–Es que él me dijo que le ayudara.
–¿A qué?
–A él le gustaba Yakelin desde que era pequeña. Desde que estaba en primer grado... Le gustaba.
–Y vos también le gustabas.
–Sí.
–Tanto que hasta te embarazó y te obligó a abortar con esta partera.
La muchacha abrió los ojos como platos. Su padre la imitó. La mamá se desmayó sobre el sillón.
–Investigamos tu teléfono. No nos gustó mucho tu historia y el hecho de que nos dijeras que eras la mejor amiga de Yaki cuando esta no se llevaba con vos si no con la otra muchacha. Te seguimos, te vimos subirte al carro rojo, te seguimos hasta el motel, en la salida del sur, te esperamos y aquí nos tenés... ¿Vas a ayudarnos?
La niña, porque esto es lo que era, movió la cabeza hacia adelante para indicar que estaba descubierta y que colaboraría.
En ese momento detenían el carro rojo. El hombre no opuso resistencia. Inspecciones Oculares encontró señales de sangre en el asiento del copiloto, a pesar de que fueron limpiadas con desinfectantes. El luminol y Pachico nunca se equivocaban. Hacían un buen equipo hasta que, por desgracia, corrieron a Pachico.
–¿Por qué la mataste?
–Tuve miedo de que me denunciara. Quedamos en vernos. Nos relacionábamos bien desde que ella era una niña, una niña precoz, y ese día no estuvo de acuerdo en lo que le pedía... Me enfurecí, la golpeé en la garganta y... Era la primera cita... Ustedes ya saben lo demás. ¿La Fiscalía va a cumplirme el trato, verdad?
–¿Vos qué creés?
–La Fiscalía no hace tratos con asesinos...

NOTA FINAL.
¿Quién destruyó la computadora de Yakelin? Su hermano de trece años, experto en computadoras. Les dijo a los detectives que creyó que su papá era el culpable, que escuchó que los detectives querían la laptop y que tal vez lo descubrirían. El quería que Dios lo castigara pero que no se lo llevaran preso porque él y sus hermanos se iban a quedar sin papá, y él lo quiere mucho porque es bueno.
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