"Las Fiestas Patronales de SANTA ANA"










Otra manera que usaban los jóvenes para divertirse por estos años tan difíciles de limitaciones, y represiones eran Las Fiestas Patronales de Santa Ana, Aguinaldos, Serenatas, Locrios, Asopaos, Sopi-convivencias, Viajes y Bebentinas de Lava Gallo. Aun están vivos en mi memoria los recuerdos de las patronales con sus corridas de sortijas, el gentío, y los murmullos, con un largo mes de actividades.

 Eran tantas las gentes, que llegaban de todos los contornos, dispuestas a pasar un momento bien, que sin saber a donde penetraban a disipar el calor, se metían a bailar hasta en los prostíbulos más temerosos del mercado, como el llamado “MOLONDRON” y "EL POLVAZO".

Debo refrescar el recuerdo de los aguinaldos por las calles que terminaban en una casa, con un cargado jengibre y galletitas. La orquesta se armaba con una vieja tambora, una guira, y la trompeta se fabricaba de un casco de botella roto con un papel de cigarrillo.

Otras veces se ponían al frente de la orquesta, músicos más profesionales que hacían delirar las multitudes, como eran: Nardo de León con su trombón, Antonio Barranco con su Violín, Cuqui Guzmán con su Guitarra, Manuelito Cabrera (Ney Nilo) con su voz siempre agradable, su hermano German Cabrera con la Tambora y Sandy Jorge con el piano y cuando no eran profesionales nos encontraban con CHAGO TIERRITA y su acordeón de boca.

Era tanta la gente metida en una pequeña casa que no se podía ni respirar. ¡Tiempos Bonitos, de sanas diversiones, sin mañas ni vicios! Recuerdo aquel asopao que realizamos una noche donde Polín Cabrera, padre del dilecto amigo Dionny Cabrera.

Fuimos donde Tello Genao a comprar el pollo y el arroz. Los cocineros Tomás Disla y Apolinar Cabrera, empezaron a probar y requete probar, el manjar, y a la hora de repartir, al Señor Jaime Reyes, que en la recolecta había puesto mas dinero que los otros, les tocaron nada más que las patas y un Caballete. –“Miren, yo ni en mi casa como patas de pollo. Vamos a ser más serios” –dijo él- No se armó una tángana porque estábamos en una bohemia entre amigos.

Otro de esos días el locrio era donde Tito Ambrosio. Habían muchas personas, poco pollo y, mucho menos arroz, para saciar a tantos hambrientos.

Ante tal disyuntiva, el cocinero del grupo (Tomás Disla) se inventó una formula para mandar a sus casas a unos cuantos de los presentes. Así, era la vida y los pesados juegos de la muchachada. Cuando el burlesco cocinero fue a matar el pollo, lo tomó por las alas. Aprovechando que los presentes estaban muy entretenidos oyendo música y tirándose unos tragos, puso el pichirrí del pobre animal plumífero directamente hacia la multitud y ¡PUMMB! lo golpeó con el puño cerrado en el lomo, con la doble intención de matar el pollo y salpicar a unos cuantos.

Uno de esos incautos que esa noche resultó afectado por la inesperada lluvia fue Pedro Paulino, quién muy disgustado se retiró de aquel alegre infierno. Son muchas historias para contarlas en un día, pero debo decir que para variar nos fuimos de serenatas y al terminar era obligatorio el asopao final. Fuimos a parar donde José Manuel (Miche) Polanco.

El juguetón, Bertico Sandoval, se fue desprevenido al patio del anfitrión y agarró el más grande de los patos.

Se presentó en la sala y dijo:! !Muchachos, triunfooooo!!,!! Miren lo que me encontré para el asopao de hoy! Como estaba un poco oscuro, miche no se había percatado que era el pato Macho suyo. –“Hay sí” –dijo- Vamos a matarlo enseguida. Cuando lo vio bien –le dijo- a Bertico Sandoval. ¡Pero, ¡mira f…tal! tú, te estás poniendo loco?¿cómo tú me vas a matar el más grande de mis patos? ¿Por poco y hasta me hace comer de mi propio animal?.

Ese día debimos conformarnos con un pollo que buscó en su casa uno de los presentes. Las parrandas a veces eran nocturnas, pero también nos íbamos de playa a los lugares más lejanos e increíble. Unos de esos días, una centenaria multitud tomó rumbo a Sosua, Puerto Plata. Entre los muchos chistes que se hicieron, y cuentos de colores nos entró la sed y el hambre. Nos paramos en (Monte Llano), Imbert, y cortamos varias docenas de caña, para ir comiendo en el trayecto.

Fue tanta la caña que comimos que hasta nos emborrachamos. Mario E. Cabrera nada más decía: -“Coman Caña Porque Esto Da… Energía Inmediata”

Otra de sus anécdotas célebres fue cuando le dijo a T. Roldán Taveras: -“Tú sabes lo que es esto, yo que canto como Camilo Sesto, ahora me destruyeron el baño de mi casa y no puedo cantar”

Otro día le comentó a Tomás Disla “Pero qué calamidad, yo que ya soy casi un doctor, tengo que ir a la universidad “Con la Misa Camisa”.

Días inigualables, aquellos, de una sana juventud, compartiendo, penas, alegrías, sacrificios, triunfos, esperanzas y una amistad de principios, donde las Fiestas Patronales, aguinaldos, locrios y bebentinas ayudaban a matar las tristezas y renovar las fuerzas para enfrentar la difícil realidad.

Sueños truncos por la pasividad y el pasar del tiempo, por el $ peso corruptor del poder, donde quedaron las juventudes y la amistades malogradas por la distancia y el vaivén ideológico de las frustraciones políticas.

Entonces las alegrías se tornaron en tristezas y desencantos y el sano futuro anhelado se volvió “semilleros de barrios” congestionados por vicios, hambre, insalubridad, falta de condiciones para vivir, y donde te asaltan los delincuentes para quitarte un peso que te ganaste trabajando.

Eso sí, la esperanza de cambiar el desalentador presente sigue vigente en la juventud de ayer y de hoy, en medio del recuerdo, añoranzas y precundías de unas festividades patronales de SANTA ANA, que siempre han sido una actividad masiva, cultural, fiel instrumento psicológico, carnavalesco de desembrujarse de los fantasmas del diario vivir, de salirse de uno y vivir un momento de fantasía, con fiestas, bailes, potes de lava gallo, canciones, presentaciones en la plazoleta ñico Lora, paseos alrededor del parque Rosa Duarte, Corridas de sortijas, Competencias deportivas, aguinaldos y locrios caseros que ayudaban, a olvidar las penas pero jamás a tornar la cara rumbo a la indiferencia.




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