
Ellos, los hombres y mujeres que aquel febrero glorioso, tuvieron sombras, fueron imperfectos, pero dieron lecciones de honor y valentía ante el llamado decoroso de la patria, a su concurso, cada vez que a la misma le acechaba el peligro de anexión a una potencia imperial.
Las condiciones en que concluyo el eterno calvario de Juan Pablo Duarte, la alerta primera de Francisco del Rosario Sánchez sobre el peligro que implicaba manchar la honra de la Republica, y que lo condujeron al precoz cadalso, el incansable afán de Matías Ramón Mella por restaurar la patria mancillada, valen para el tributo imperecedero que guardamos los que creemos de verdad en los valores que la libertad y la honra exigen.
Todos Murieron pobres, contrario a los politiqueros de hoy que se ceban de la miseria del pueblo para alimentar sus ansias desmedidas y su opulencia.
Todos se batieron en el campo del honor, contrario a los politiqueros y oligarcas, gallinas trajeadas, que se valen de pobres soldados para esconder su propia cobardía.
Todos se pusieron a disposición del patriotismo, contrario a los politiqueros apartidas y arrodillados que venden por pedazos la soberanía y el patrimonio estratégico de la república.
Aquellos nos entregaron una patria para fortalecerla y defenderla, estos la ofrecen picoteada al que mejor retribuye la traición.
Pero no son los únicos, más bien es la continuidad de una sola historia de asechanzas y traiciones, desde el nacimiento de la república, de dictaduras abiertas y veladas, que en nombre del orden o de la democracia han truncado no sólo el proyecto nacional, sino a todos los patriotas que han imitado a los padres fundadores.
Esta perversidad que nos gobierna abruma la memoria de nuestros próceres y mártires.
Hora es de homenajear de otra manera la grandeza de nuestros libertarios paladines.
Unamos todas las voluntades progresistas y patrióticas, construyamos una sola voluntad Duartiana. Coordinemos una gran unidad democrático-popular para que en cada aniversario los patricios, y sus continuadores, se alegren, y florezcan, desde sus tumbas.