Si me permiten, ahora quiero relatarles varias de las tantas paradojas, jocosidades y múltiples casualidades de la vida que me contó mi amigo Tomas Froy aquel día que vino en sueño a Limbotropía. “Iba yo un día, caminando por la parte final de la calle Daniel Goris, frente A Don Mateo Gómez, en el pueblo abajo, casi llegando al potrero de Augusto Batista".
–¿Quién será aquel que va allá?
–me pregunté-, porque vi una persona trotando muy de prisa en la más terrible
oscuridad de la noche. ¡Muchacho juguetón, al fin!, me vino la idea de darle un
susto al paisano. Este señor llevaba un filoso colín (machete) terciado
y un sombrero de aluminio. Tomé dos piedras, ¡brinqué! y le di con ellas a
ambos lados del sombrero. Luego me tiré al suelo, lejos del asustado viajante.
El señor también se arrojó en el pavimento. Agarró su machete y tiró varios
golpes al aire, gritando ¡Quién diablos anda ahí! Yo estaba que quería
explotarme de la risa. Cuando vio que era yo, quería matarme. –“Muchacho del
carajo…¿Cómo tú me haces eso a mí? Precisamente, cuando me diste en el
sombrero, yo pensé:¿Si alguien me tira dos piedras, me puede hasta matar, en
esto tan oscuro?
–“Yo exploté, con una enorme
carcajada… ¿Se asustó primo, eh? –le pregunté- -“¿Cómo tú dices eso? –dijo él-
-“¿Qué yo me asusté? ¡Jamás! no hay nada en este mundo que me haga asustar.
–“Yo diría que hasta un poco como que se mandó a correr”. –le dije- para
molestarlo. –“Mira, esto no se lo digas a nadie. Si yo sé, que tú le cuentas
esto a alguien, yo acabo contigo”. El Primo, era lo que se dice un hombre
machista, que privaba en guapo (valiente), por esto no quería que nadie supiera
que él se había mandado (Echado a correr). Cada vez que me iba a su
casa, se ponia chivo, y yo le preguntaba: ¿Primo Ney: ¡Hablo…lo digo!? –“¡ATREVETE!”
Nada más –me decía- muy enfurecido, y terminaba: -“Tu sabes, que yo tengo la
boca grande” Luego nos arrastrábamos de la risa, juntos los dos. El Primo Ney
se murió y esto jamás se lo conté a nadie hasta ahora.
Asi, es la vida, los años pasan,
envejecemos y se va la vida, pero hay seres humanos que se niegan a aceptar con
dignidad la vejez. Doña Tide, era uno de esos casos raros, cada vez que me la
encontraba por joderla le preguntaba: “Tide cuanto años Usted Tiene? Y ella,
contestaba: “Adios, Catorce (14), entrano en trece (13)”. Como para conjurarme
y que cuando me la volviera a encontrar no se me ocurriera preguntarle de nuevo
su edad, me tiraba su conjuro preferido: -“Detente animal feroz, induce tu
cacho en la tierra, que antes de tu nacer, nació el rey de los cielos”. Si yo
la jodia mucho, de no se sabe donde aparecia, un señor, a quien lo llamabamos: La Defebleza, que
era el eterno enamorado de Tide, dispuesto a darle una carrera al que osaba
molestar a su amada platonica. Muy a pesar de que no queria envejecer, un dia
Dona Tide se murio, lo que nunca morirá son sus jocozas ocurrencias, que tando
divertian a los muchachos.
Un día, me fui de playa a Boca
Chica. Yo, le dije al grupo de amigos y amigas, nos vemos allá. Cuando llegué
no los encontraba entre tantas gentes. Me fui caminando por la arena, mojándome
los pies entre el agua de la orilla. Entre los convidados había personas a las
cuales yo no conocía. Una joven se levanto de un grupo que estaba comiendo,
empezó a caminar para la playa y yo que venia, a la primera persona que le
pregunte fue a esa muchacha. –“Estoy buscando a mis amigas. Entre ellas, esta
mi prima Nerolisa”. Sin ningún rubor, ella me contesto: -“Mira que casualidad,
yo ando con Nero, ella y las demás amigas y amigos, están debajo de aquel
piragüita azul, que se ve allá”. –me indico- señalando con su dedo.
Ustedes, no se imaginan la
gozadera que se armo, ese día bañándonos, jugando el divino juego de
-ACUATIARE- Pareciamos estar en una olimpiada, pero no, nos la pasamos
comiendo coco, pescado y corriendo como locos por la arena. Al final ya muy
extenuados, nos montamos todos en un viejo carro Nissan Quest carretera abajo.
Como el carro no podía con tanta gente encima, el viejo cacharro, empezó a
votar humo negro por el frente y por detrás. Los mirones nada mas nos decían:
“Se va a quemar, ese carro se va a quemar”. Cuando ya el pobre vehiculo no
daba mas nos paramos en Bonao. Era evidente que le faltaba agua. Se había hecho
tarde y estábamos en un trayecto solitario donde era imposible conseguir agua.
Al abrir el frente del carro, desesperado, sin saber que hacer le dije a los
amigos que buscaran por los alrededores para ver si encontraban algo. Fueron
por todas partes y nada. Al volver , toque con los pies algo casi debajo del
carro. Me agaché, vaya sorpresa que me llevé. Justo debajo del frente del
carro, encontré un galón de agua. Se lo pusimos en el compartimiento del agua
del carro y partimos con el problema resuelto, como a veinte y cinco metros de
aquel sitio, decidí devolverme para recoger el galón vació de nuestra suerte,
pero ya el pote no estaba en el lugar donde lo deje.
En Bonao, nos paramos donde mi
amigo Juancito Frías, le decían así, porque era loco con una fría cerveza
vestida de novia. En la casa del amigo vi una foto colgada en la pared, de su
esposa. –“¿Sabes, que yo vi una foto tuya, con un gorro y una capa de
graduación (Toga y Birrete), en casa de un fotógrafo en Navarrete?-le
dije- y ella me pidió que le trajera una foto de esas cuando vuelva, dandome
diez pesos, que en ese tiempo valían al 1x1. Ya en mi pueblo, Navarrete, me fui
donde Ramón el fotógrafo y le dije que me sacara una foto de aquellas
que el tenia en el escaparate de su tienda.-“Bueno, ¿si encuentras el negativo,
yo te la hago?, de muy buena manera -me refirió- él. A la semana, pase por
donde el fotógrafo con mi amigo Chicho Cabrera para ver si ya Ramón
tenia la foto encargada, me repitío lo mismo, que buscara el negativo. Entonces
le pedí a mi amigo Chicho Cabrera que me ayudara a buscar entre las
cientos de cajas de negativos que este apilaba en un estrecho cuarto. Hice una
lotería, diciéndole, oye baja esa caja. Con mucha paciencia él la tomo. Ábrela
y él la abrió. Mete la mano y pásame ese sobre. El introdujo su mano y tomó uno
de los sobres. A seguidas nos pusimos a ver los negativos de ese sobre en la
luz. Miré uno y dije, este es !!!. Se lo llevamos al fotógrafo, me miró lleno
de asombro y me hizo la foto de la esposa de Juancito Frías. También le llevé
los negativos de aquella foto tomada en la universidad, durante su graduación.
Ella conserva aun esta foto en la pared de su sala, que se salvó gracias a esta
terrible casualidad de la vida.
En otra oportunidad, me llegaron
unos sobrinos de Los Estados Unidos, cosa rara por esos tiempos, como no tenían
nada que hacer, hable con Marino Jimenez, un hombre trabajador y honrado
para que le buscara trabajo al joven mayor en su hortaliza (canteros), de los
mas variados vegetales, preparando la tierra, bregando hasta con estiércol de
vaca (que servia de abono), y un sol de puros demonios. Había que ver la cara
dura que puso el muchacho, durante su primer largo día de trabajo de su vida.
Luego de la pesada labor se
procedía a regar en dichos canteros las más variadas semillas. Marino le
puso de nombre, a mi sobrino “Cara Blanca”, por el pálido color de su
piel, logrado en el frió invierno del norte bravío. Cara blanca, no era
muy diestro en las artes de las hortalizas, ni en nada, hay que decir la
verdad. Su vida era ir y venir a la escuela, y estudiar. Su madre, le tenia
toda su ropa arregladita y le servia siempre la comida, muy bien separada en la
mesa. En su casa de los países, este cara pálida no movía ni una cuchara, como
se dice por aquí, pero llegado a la Republica, teníamos que darle algún oficio para
mantenerlo ocupado, cosa difícil porque la mayor parte del tiempo en vez de
ayudar, lo que hacía era dañarle los canteros al pobre Marino. El le
decía, “Mira Cara Blanca, hasta que no aprendas bien a hacer las cosas, vas
a estar aquí cogiendo el sol”. Cuando se quería rajar, Marino lo
ponía a echarle la Mier…
de Vaca seca a sus canteros, imagínense Ustedes con lo delicados que son los
niños y jóvenes de allá. Se la pasaba con la nariz agarrada y diciendo palabras
raras que nadie entendía: ¡Sheet!, !Mother f.....! - “Hoy estuvo
bien”, -le decía- Marino, casi cuando el sol se acostaba, y de una vez
replicaba, -“pero mañana volvemos…y hay de ti cara blanca, si se te olvida
esto, que aprendiste?”. Al final de la mortificante jornada lo llevaba a
comerse una boruga donde Cabuya, como premio y un helado El Polo. Este, mi
sobrino debo decir que era un joven respetuoso, que seguía la dirección del
instructor, no era como algunos jóvenes de ahora que solo piensan en los vicios
y el bandidaje.
La preparación de los canteros
se tomo varias semanas, cuando ya todo estaba listo para regar las semillas
Marino le indico: -“Echa tu aquí esas semillas en estos canteros y yo voy a
poner las otras semillas restantes en los demás montones”. Todos los días se
levantaban bien temprano a ponerle agua a los canteros con unos regadores,
zarandeando durante dos o tres veces al día. Esta jornada la cumplieron de seis
de la mañana a seis de la tarde, durante seis interminables días. El séptimo
día maravillosamente todos los canteros de Cara Blanca amanecieron
reverdecidos, rozagantes, y con las tiernas ramitas vegetales como pollitos
recién nacidos, al contrario las semillas del experimentado campesino, por una
extraña e inexplicable razón de la vida no nacieron. Por primera vez en mucho
tiempo vi sonreír a Cara Blanca, y no era para menos. Luego el mismo
Marino me contó, que él no le puso semillas, a sus canteros. Entonces, era
él, viejo marrullero, el que se reía a carcajadas, y a solas conmigo. –“Si tu
no siembras no cosechas, y si no trabajas ni comes ni vives”, -me decía- el
sabio campesino y amigo inolvidable.
Un ser humano que echó su vida
trabajando, por lo tanto, aunque vivía pobremente, el conocía mas que nadie la
importancia del trabajo. Viniendo un día de su trabajo, por la empinada, y
encaracolada carretera de Limbotropia sufrió un aparatoso accidente. El jeep
donde se transportaba se fue por un hondo barrancón y el pobre resultó con
varios dientes y huesos rotos, con rasguñotes por todo el cuerpo.
En una clínica de Navarrete, “un
salvaje doctor cuyo nombre no quiero ni recordar, -me decía- Marino, muy
adolorido… “Me coció la boca sin anestesia”, luego me dio una comida y una
carne tan dura, imaginese, yo con los colmillos todos rotos y podridos, y
aquella bendita carne , que parecia la goma de un tirador parate ahí, en fin
mas dura que la carne de Cabo ‘e Vela, y lo que mas me dolió y lamentaba
fue la perdida, de mis dos dientes de oro, que me había puesto en Santiago, con
el dinero de unas hortalizas que vendí”. Ya recordaran, ese relajo: “¿Dónde
fue que Marino se puso los dientes? ¿En la Boca o en Santiago?”. Pasó mucho tiempo para
que le tumbaran ese relajo, muchas carreras que le dio a los tigres del barrio
por joderlo con esto. Salio de la clinica con un pie enyesado, duró como cuatro
dias, solo sin comer, ya al quinto dia llamó a una vecina, “Colaza traigame
aunque sea un puño de arroz, que me esta matando el hambre. Cuando se curó
volvió a su trabajo, de las hortalizas y al terminar el santo día se iba a la cafetería
de Lucas, en la calle Santiago con su inseparable perro y el colín siempre
terciado: -“Lucas, carajo !!. Dame un cara de gato, que tengo el buche
ardiendo", "Tengo que curarme este calor que me está quemando el
hígado, dame el cara de Gato ya!!! ”. Envejeció con ese buen humor que siempre
lo caracterizó, pero ya casi no podía caminar y enfermo en su cama, muy a menudo
se le oía llamar a la fiel vecina: -“Colaza, mujer de Dios, venga por favor,
hágame una sopa de fideos y un arrocito blanco para ver si yo puedo levantar la
vida, porque este cuerpo enfermo ya no me sirve para nada”. ¿Cuántas enseñanzas
sencillas y de la vida he aprendido de mi amigo Marino, que nunca podré
olvidar?.
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