No funciona Espectáculos Públicos en Navarrete

La tranquilidad, el respeto a la moral y las buenas costumbres que caracterizaron a los barrios de este municipio, en zonas urbanas y rurales, han desaparecido al compás del espacio que ganan los ‘‘colmadones’’, y ‘‘car wash’’, modalidad de negocios que hoy proliferan en este municipio.

Los colmadones han sustituido a los tradicionales colmados, pulperías o bodegas. Su forma y nombre, ganados por esas unidades barriales de servicio social (las pulperías) durante muchos años y que tantas premuras económicas pudieron resolver, desde el más pobre del barrio hasta el más encumbrado, se están borrando de golpe del escenario navarretense.

Los colmados han sido tradicionalmente una extensión de la familia en los barrios. La gente se ha identificado siempre con ellos, siendo garante único de la vecindad que obtenía comida en condición de ‘‘fiao’’. En momentos de ‘‘apriete’’ prestaban dinero, y en todas las emergencias del lugar se contaba con la ayuda del dueño o del dependiente de estos negocios, quienes se esforzaban en corresponder a las necesidades del sector. Añoranza Pero hoy, para desgracia de quienes vivieron las bondades de los colmados o pulperías, las añoranzas quedan perturbadas desde que empezó la instalación de otro tipo de negocios que han alterado por completo la vida social del barrio: el llamado ‘‘colmadón’’, y su homólogo, de más reciente creación, el ‘‘car wash’’, importado del idioma inglés. Estos nombres, no obstante, disfrazan negocios que se dedican al expendio de bebidas alcohólicas y cuantos negocios sean necesarios, menos para aquellos que fueron concebidos en principio: colmados o pulperías, para servir sanamente al sector. Varias generaciones de Navarrete recuerdan con nostalgia aquellos colmados que fueron, como dice, ‘‘verdaderos colmados’’.

En los nuevos locales se han borrado las normas sociales. Ahora se presentan espectáculos que riñen con la moral y las buenas costumbres: mujeres y hombres de mala reputación, procedentes de otros lugares, se besan, orinan, bailan de manera vulgar; las hembras se sientan sobre las piernas de los hombres, con talantes pornográficos, ante la vista del vecindario, sin importarles la presencia de menores y ancianos, que jamás soñaron ver espectáculos de esta naturaleza en su propio barrio.


‘‘En mis tiempos, esos negocios estaban fuera de la ciudad; hoy ya uno no puede educar a los hijos de forma decente porque estos espectáculos dañan la familia; estos no son ya los colmados que uno conoció. El colmado perdió su esencia. Esto es otra cosa’’, dice apenado Bladimir García, de 20 años, que ve con tristeza cómo se ha transformado el barrio donde nació y creció su familia.
Ocupan las aceras, obligando a la gente a caminar por la calle, y sus propietarios no les importa que haya enfermos, ni hora del día o la noche, para colocar ‘‘música’’ a volúmenes altos que el oído es incapaz de soportar humano. Tampoco respetan las leyes, pues venden cigarrillos y bebidas alcohólicas a niños y adolescentes, y todo esto ha venido sucediendo por años ante la mirada indiferente de las autoridades locales. Muchas personas sufren hoy problemas de los nervios y alta presión, como resultado de las incomodidades en que tienen que vivir y la impotencia de ver que ni siquiera la paz de sus hogares es respetada por dueños y dependientes de ‘‘colmadones’’. A pesar de que existe una ley que data de 1911 sobre ruidos y vibraciones que causan daños físicos a las personas, así como la resolución 198-57, en su artículo 26, párrafos 2 y 3, que prohíbe escandalizar en la vía pública, y que en cada pueblo funciona una Comisión de Espectáculos Públicos, las quejas de los ciudadanos llueven en los cuarteles policiales pidiendo protección y que se reestablezca la paz y el orden en calles y barrios, pero muy pocas veces estos reclamos encuentran oídos dispuestos a ayudar, pero parece no haber un hálito de esperanza en el nuevo comandante policial en Navarrete.

El jefe policial dijo tener quejas de casi todos los sectores de la población, y puso como ejemplo la calle Eugenio Lithgow, donde juntas de vecinos le han pedido que le ponga control acolmadones que compiten uno con otro, mediante la colocación de música a volúmenes altos.

Dice apenado Rafael García, en esta sociedad, esta este caso de la casa de la cultura que en el frente le queda un colmadon de mala muerte donde ahí se ve de todo, Este medio le pedimos a las autoridades que llamen a este tipo a la atención, para que Navarrete siga marchando bien con nuestra cultura.